Relato
Acuario.
Una aleta flota solitaria en el mar.
Deviene. Ilumina.
Parpadea como un foco-milagro.
Juego a las escondidas
con los hijos
de los amigos
de mi padre.
Nadie se oculta tras el telón de los tiburones.
Nadie voltea a ver la etérea
plataforma en el mar.
El buzo se convulsiona –me digo–,
el buzo sigue ahí tambaleando
porque existe la epilepsia y es nocturna
y discreta
y él mueve las sillas y silencia,
mueve las sillas y silencia
la propia tristeza de persona-adiós
y yo me pregunto qué se siente morir sin ganas,
qué es nadar por la noche
y sentir la sacudida en todo el cuerpo,
qué se siente morir sin ganas,
qué se siente morir sin ganas.
Flotar.
Sólo flotar entre los peces amarillos,
la espuma que duerme todos los cantos
y las narices marchitas.
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