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Alondra Berber

Sobre la noche en que imaginarios sonidos invadieron Acapulco



***

Esa noche, quisieron hacernos creer que el sonido estaba solo en nuestra imaginación. Muchos tuvimos insomnio. Muchos estuvimos recostados en el horizonte de las horas y no existía otra cosa en nosotros que tristeza.


No era miedo. Por primera vez no era miedo.

Era una profunda desesperanza.

¿Cómo nos curamos de la memoria de aquellos tiempos?



***

El diagnóstico oficial es que Acapulco, el efímero puerto fantasma,

tuvo calles vacías sólo porque todos compartimos una fantasía extraña,

en la que cuatro personas se teletransportaron de zona en zona,

imitando con la boca los sonidos de la locura y de la muerte.



***

El Gobierno investiga quiénes en las plataformas y redes sociales se empeñaron en crear el caos,

que significó una pérdida de millones de pesos.


No es la primera vez que Acapulco se horroriza.

Sabemos lo que es la muerte.

Pero la gente sigue con sus vidas y ocasionalmente, sabe que ocurrió esto o aquello,

pero no se detiene, aunque ande con miedo.


No todas las personas hacen uso de las redes sociales, no todas las personas socializan frente a frente con el prójimo

y muchos, muchos, deben salir a trabajar todos los días por necesidad.


Aún así, el amanecer siguiente a la noche de los fantasmas,

las calles permanecieron vacías como nuestros ojos.


La gente no quiso salir, pero hablaba de lo que vio, de lo que oyó, de lo que supo.


Hubo calles acordonadas por tiroteos invisibles. Por melodías que todos tarareamos sin saber por qué.


Es confuso, pero todos dijimos la misma mentira.


Todos inventamos la muerte,

porque la muerte no existía antes de nuestras palabras.


Estamos en perfectas condiciones.


"Lo que se ve, no se juzga".




***

Dejo a propósito de la regresión colectiva, unos textos pertenecientes a El péndulo de cal (2012).


Cruces humanas

Sorbo la sangre del país.

¿Cuánta, bebida, de las raíces?

Lejos de Dios, nadie dirige mirada

a nuestras calles.

Ficción.

Consumo.

Guerra en que las bajas tienen el nombre y la rabia

de lo amado y perdido.

Dedos manchados de acusaciones.

Ojos necios.

Almas distraídas olvidan cabezas

a fin de no perder las propias.

No sorprenden más las cruces humanas

que concentran malsanos espectadores

ni los autobuses violando las vías bloqueadas,

a prisa de restar dignidad a los hechos.

Poco hiere el muerto ajeno.

Es el crimen verídico:

la sangre fría de todos.

La humanidad se volvió sádica

como la fuerza que entre dientes desdeñaba.

Quién sabrá

Derecho perdido. La expresión.

El miedo arrebata las agallas

para anunciar otra perspectiva de los caídos.

Se ignora que algunos eran víctimas

en el infierno de la última tortura.

Les descosieron las mejillas a tiros.

Ni en la cárcel ni a los ojos de Dios

existió don del cielo que los resguardara,

sólo dedos acusatorios por las monstruosidades

que el pueblo suponía.

En fosas residen cuerpos que contuvieron

una llama más grande de lo que soñó ser.

Efectos de la manipulación mediática.

Culpa. Miedo. Vergüenza.

Drama mexicano.

¿Qué nombre le invento a esta rabia

desnuda de descripciones?

Reconozco la violencia en mis ojos,

en las pesadillas más agrias

mis cadáveres anónimos a fuerza de espanto.

Sé bien qué es la muerte,

la he sentido adentro, arrodillando mis miedos,

la he visto en las calles, azotando

a los que amo.

Poder. El juego de los Dioses falsos.

El resplandor del consumismo

en las pupilas del pueblo.

Nubes de humo entre los perros de arriba

y nosotros. La alienación festiva

de la telenovela y la droga.

Ideología de la estupidez.

¿Cómo se llaman quienes están bajo la tierra?

A nadie importa,

excepto a los que aún conservan

la esperanza de hallarlos con vida.

El amor es un cuerpo a corto plazo.

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